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THE CROWN T3. Historia colateral de un Príncipe Infeliz

Escrito por Beatriz. 21 de diciembre de 2019

Un joven de veintipocos años llega a una ciudad y es recibido por una pequeña multitud que lo abuchea y muestra pancartas en su contra: “Sí a la Revolución, No al Príncipe”.  Él, con actitud cauta y aprensiva, baja del coche y vuelve una mirada entre sorprendida y temerosa al público que le muestra realmente un gran rechazo. Intenta, con todo, un saludo general y sonríe tímidamente a quienes lo desaprueban tratando de mostrar calma mientras sus acompañantes lo protegen y apuran para entrar a un edificio. 

Esta corta escena del episodio 6 exhibe mucho de lo que la tercera temporada de The Crown nos revela. Como una brillante idea del Primer Ministro Wilson y los miembros de su gabinete, Charles de Inglaterra debía dejar temporalmente Cambridge -lugar donde estudiaba y actuaba y al parecer el primero donde se sentía feliz- y tener su ceremonia de investidura como Príncipe de Gales en ese territorio porque no tenía sentido que ninguno de sus predecesores hubiera siquiera pisado aquel país, parte integrante del Imperio Británico. Y no sólo eso, sino que debía aprender la lengua local, el galés, de sonidos complejos y a mi parecer casi tan hostiles como el recibimiento que le dieron, donde curiosamente la única palabra similar en escritura al inglés, era precisamente el nombre del príncipe: Carlo

The Crown Netflix

No es el primer episodio donde se muestran las penurias del eterno heredero al trono del Reino Unido, ni la primera vez donde su sempiterna madre, la Reina Elizabeth II muestra poca atención a los verdaderos sentimientos, deseos, sueños y personalidad de su hijo. Aunque esto, según muchos, es el destino de la realeza, y todo rey y reina, desde los más antiguos hasta los que vemos en nuestros días, debían inculcarles a sus hijas e hijos que la renuncia forma parte del destino de haber nacido en una familia real. Pese a esto, conmovedoras escenas de este episodio nos dejan una sensación de que podría haber habido cierto escatimo de crueldad y frialdad por parte de la gran reina, que le niega abiertamente el derecho a su propia voz a pesar de haber superado aquella dura prueba.

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El personaje del príncipe, bien interpretado por Josh O’Connor, logra conectar con el público y generar empatía hasta en el duro profesor de galés  y su no menos dura esposa, quienes tienen oportunidad de convivir más de cerca con el joven y lo perciben como a alguien solitario y privado de cariño y coinciden en sentir pena por él. No es tampoco la primera vez donde Charles es expuesto a tremendas situaciones que supuestamente su cargo confería, como en el episodio 9 de la temporada 2 “Paterfamilias”,  donde uno se pregunta si un niño al que hoy llamaríamos bulleado debía haber sido sometido -idea de su padre-  a tales pruebas supuestamente para fortalecerlo, lo cual no parece haber sido muy efectivo pues el adulto Charles recordaría esa experiencia como un auténtico infierno… y ciertamente no parece haberle fortalecido mucho.

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Los episodios donde aparece Charles resultan muy contrastantes con lo que ahora se ve en el príncipe de carne y hueso. Quién sabe qué efecto habrán tenido dichas experiencias sobre su personalidad -o quizá muchas de sus características ya venían de fábrica-, pues hoy vemos a un heredero marchitándose sin tener siquiera la certeza de que él será el futuro rey, pues, por un cruel destino, ni los súbditos británicos y casi creo que tampoco mucha más gente a quien no debería preocuparle, conectan con el deseo de verlo coronado. Por si no fuera suficiente con su poca apostura, carisma y popularidad, pesará siempre sobre él el hecho    -real en el imaginario de la gente- de haber causado sufrimiento a la sí amada Diana de Gales -quien no sabemos si aprendió el galés- y haberse casado con su verdadero y raro amor de juventud, siempre tan conflictuado y poco libre como su propia vida. 

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El destino, dicen, termina dando siempre lo que nos toca…y lo niega cuando no. Hay ciertos diálogos que realmente me impactaron y me inspiraron a centrarme en Charles para la tercera temporada -no los nuevos actores ni  la buena producción, no el elegante acento británico, no la falta de pupilentes azules para Olivia Colman, lo sobrado de Helena Bonham Carter, la pérdida del guapo Matthew Goode en el papel de Anthony o los sucesos políticos de aquella época en el Reino Unido-.

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Es justamente lo que la historia nos muestra de ese hombre joven, que en el episodio 8 le juraba a su tío abuelo, el Duque de Windsor, que a él no le arrebatarían el derecho que al rey abdicado sí le negaron: ser él mismo y vivir su amor dentro de la Corona. Poco imaginaba aquel “Dagling Man” u “Hombre en Espera”, que aún ahora, cincuenta años después, siendo padre y abuelo de populares personajes de la Casa Real, no vería cumplido todavía lo que creía que se concretaría en un tiempo más o menos lógico.

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Y tampoco pensó que su monólogo teatral al regresar a Cambridge encerraría quizá una tenebrosa sentencia: “….¿cómo osan decirme que soy un Rey?”. Por regla general, muy pocos miembros de la realeza pueden alcanzar ser ellos mismos y tener la corona, pero Charles, que inspiró la canción en galés usada como cierre del capítulo 6 parece estar viviendo, con ese permanente bajo perfil, cierta satisfacción para su vida.

Que al menos eso le pertenezca. 

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