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Klaus, nostalgia y familia en 2D

Klaus nació como un proyecto del estudio español SPA, de Sergio Pablos, y es un trabajo que se originó del amor y la nostalgia por la animación 2D. Tanto así, que a pesar de haber pasado 10 años en producción, su creador no se dio por vencido, ni siquiera considerando sacrificar la calidad de la película para que ésta pudiera ser estrenada mucho más pronto. 

El diseño de personajes está muy bien cuidado, regresando a una caricatura cercana al estilo tradicional de Disney sobre todo en los personajes adultos. Pero los niños, que tienen una dulzura especial, tienen reminiscencias de otra leyenda de la animación española, los hermanos Moro quienes crearon a la Familia Telerín y Katy la Oruga; esto es especialmente notorio en la pequeña Margú cuyo rostro y expresiones de inocencia nos transportan a una época donde la niñez se consideraba mucho más inocente y dulce. 

Esa fue la intención de Pablos desde el principio: contar la historia de Santa Claus enmarcada por un estilo nostálgico, para ayudar a que un mensaje 

La cinta animada utiliza al personaje “cínico” Jesper, el cartero, para adentrarnos y convencernos de que el mundo de Klaus tiene mucho que ofrecer a una comunidad rota, donde la solidaridad y la empatía pueden enmendar esa ruptura y crear un mejor ambiente para quienes unían a las familias: los niños. Realmente los pueblerinos tenían un interés común bajo toda esa hostilidad: proteger a sus hijos. Y se van dando cuenta que al intentar protegerlos de los demás, les están robando compañeros de juegos, educación y desarrollo en la infancia; y para muchos un punto aún más importante: les están robando felicidad infantil en una etapa que nunca podría regresar. Gracias al desarrollo de la historia, incluso la maestra Alva recobra poco a poco su vocación por la educación, cambiando desde dentro hacia fuera para verse como una persona mucho más feliz, realizada, que sabe que su trabajo es valorado en la comunidad y por lo tanto vale la pena quedarse en Smeerensburg para desarrollar sus aptitudes y vivir su vida, mientras va interesándose más y más en el cartero que llegó a cambiarlo todo.

Curiosamente, el personaje cínico de Jesper también nos enfrenta con otra idea acerca de la Navidad, ¿es realmente honesto esperar regalos por portarse bien, o es una treta para conseguir algo? Él se lo pregunta pues es el primero en actuar siempre por su propio egoísmo, como si fuera el niño más malcriado de la historia que sólo desea posesiones materiales y comodidad; sin embargo Klaus lo va cambiando hasta el punto que éste cartero que nació en una familia rica prefiere (y tiene que probar que desea) quedarse en el pequeño pueblo nórdico que, sin querer, ha convertido en su hogar.

¿Y Klaus, el más imponente de todos? Recobra la importante oportunidad de ser parte de una familia. Pasa de la trágica muerte de su esposa y de vivir en desolación auto-inflingida, a intentar abrirse a su manera para hacer a los niños felices, a los niños que él mismo nunca pudo tener. Su acto de bondad, regalar preciados recuerdos de su matrimonio en forma de juguetes, sin esperar nada a cambio, efectivamente le recompensa con un taller lleno de ayudantes, nuevos amigos y la admiración y amor infantil de su pueblo entero. 

Toda esta historia tan dulce tuvo la gran ayuda de la iluminación, la cual a veces nos invitaba a un mundo inhóspito, y otras hizo que las escenas proyectaran imágenes muy cálidas, parecidas al tipo de ilustraciones con luces y sombras granuladas en tarjetas que inundaban al mercado durante los años 80’s y 90’s (¿alguien recuerda las ilustraciones de “Precious Moments”, o los álbumes “Tu y yo” en México?).

Para terminar, esta historia se ha convertido en una de renombre mundial que esconde elementos importantes que nos recuerdan a nuestra cultura hispanohablante, y sin embargo también se adentra en la atmósfera nórdica de su leyenda más famosa, con sus paisajes nevados, pueblos pequeños y alejados unos de otros pero solidarios (la pequeña Margú se convierte en la clave para solucionar otra crisis), bosques misteriosos y juguetes de madera.

“Klaus” se ha convertido instantáneamente en un clásico para la familia, que no podemos dejar de recomendar, y esperamos que marque el inicio de una larga y fructífera carrera para Sergio Pablos y SPA en el mundo de la animación en estilo tradicional. Tenían razón al apostar por su melancolía: la necesitábamos para aceptar en nuestra actualidad, un mensaje tan antiguo como primordial sobre el amor y lo que significa construir a una familia, a veces entre desconocidos.

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