“La fiesta de las salchichas” (Sausage Party 2016), prometía ser un película animada, transgresora y atrevida, dirigida a un publico adulto, algo que sale de lo cotidiano en las películas animadas. Pero hay algo no muy extraordinario que pasó con esta película y que involucra directamente a los artistas que trabajaron en ella.
Esta historia comienza con el actor y comediante Seth Rogen, quien desarrolló el concepto del filme animado y gracias a una asociación entre Sony Pictures Entertainment, Annapurna Pictures y Point Grey Pictures, pone a la película en marcha en el 2013.
Actualmente los estudios de cine, recurren a una o varias casas de animación que hagan el trabajo, desde animación de personaje hasta efectos visuales, tal es el caso de “La fiesta de las salchichas”. Vancouver es un gran lugar para la industria de la animación y efectos visuales porque cuenta con muchas compañías que ofrecen este servicio y a muchos artistas experimentados en la materia.
Nitrogen, fue la elegida para el desarrollo de la animación de personaje dentro de la cinta, y todo parecía trabajar normalmente hasta que el problema de dinero llegó…
El presupuesto destinado para la animación de la película era limitado lo que ocasionó que el director y el equipo de producción recurrieran a practicas abusivas hacia los artistas.
Los animadores eran presionados a trabajar horas extras sin pagó, lo que provocó molestias entre los artistas así algunos de ellos exigieron su pago y como respuestas fueron vetados de los estudios de animación, despedidos y sus nombre retirados de los créditos.
El estudio de animación se arriesgó a contratar recién egresado o personas con nula experiencia, eran más baratos y podían sacar la chamba. Esto fue una gran oportunidad para muchos artistas, pero por otro lado, la situación dejo ver la poca consideración al trabajo de un artista.
En muchas industrias, pagar un precio justo por el trabajo es una mera ilusión, incluso en México hay animadores con renombre que ofrecen “dar experiencia como pago”. En mi opinión todo trabajo cuesta y como establece la ley, el pago es con moneda no en especie y mucho menos en experiencia, la experiencia debe ser un añadido al trabajo y no una recompensa por hacer el trabajo.
Tener la oportunidad de trabajar no es un favor, no es una condescendencia, es un trabajo y tiene valor, estas prácticas sólo afectan a la industria y le pegan en el orgullo. Hacen que su valor sea visto como algo vulnerable y frágil.
Una buena noticia, es que en marzo de este año, la corte de British Columbia, provincia canadiense donde se encuentra Vancouver, obligó a Nitrgoen a pagarle a sus animadores las horas extras pendientes, y pagar una multa por practicas abusivas.
Esta medida es una victoria para todos los artistas, ya que por primera vez, se desestimó que los artistas, como argumentaba el estudio, no podían recibir pagos por horas extras ya que su contrato establecía que hacían trabajo de tecnología. Según la ley de trabajo canadiense no se pagan horas extras por el desarrollo de software y tecnología en desarrollo, pero el gobierno respondió con una negativa al argumento anterior, ya que utilizan un software comercial para desarrollar su trabajo, artístico no tecnológico.
La resolución me deja pensando ¿Qué otros huecos legales podrían utilizarse para sobrepasar los derechos de los artista?, en este sentido me pregunto: ¿Cuánto vale el trabajo de un artista? En mi opinión es el valor que cada artista da a su trabajo, consideró que lo mas importante es tener la visión de que las desiciones individuales afectan el trabajo de todo el “gremio”, no se trata de engordarse el bolsillo sino de hacer respetar y valer a nuestro trabajo.
Hay mucho camino por recorrer pero el primer paso: saber que hay un problema y actúan en ello ya es un buen arranque.
¿Que opinan de esta situación?