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Clavius: El tribuno que presenció milagros

Una escaramuza en las proximidades de Jerusalén, comandada por Barrabás, quien hacía unas pocas horas había sido elegido por la turba para ser liberado en vez de Jesús de Nazareth tiene en el tribuno Clavius Aquila Valerius Níger, un efecto aplazado, silencioso e inesperado. Acostumbrado a la muerte y con un poder ganado a través de esfuerzo a lo largo de los años, el romano muestra, en las primeras escenas de la película Risen de Netflix, los movimientos maquinales de quien se encuentra hastiado y que ha puesto a su corazón una armadura más sólida que la del uniforme de su ejército. Representado magistralmente por Joseph Fiennes (sí, hermano menor de Ralph), Clavius Aquila Valerius Níger es el tribuno que goza del paradójico beneficio de las confianzas de Poncio Pilato, el Prefecto del Imperio Romano ante Judea. 

Cuando llega a Jerusalén, ya lo espera Pilato. Le hace un encargo común que no terminó como tal. Algo de rutina: presenciar la muerte de un crucificado, controlar a la turba y asegurarse de la muerte. Clavius acude, malhumorado y cansado al espectáculo y le sorprende el repentino oscurecimiento del cielo, que había estado radiante. Este hecho ya comenzaba a ser un augurio de que el asunto no sería nada convencional, y pone nerviosos a soldados romanos, a la plebe e incluso a los caballos. Se acerca a los tres crucificados y reprende al conmovido centurión que observaba como en trance al que estaba al centro. Observa a la multitud y le llama la atención un grupo de mujeres que lloraba, lo que hace pensar que los demás crucificados morían solos y que este era un hecho inusual. Exige a un soldado romper las piernas de los crucificados como una muestra de la romana misericordia, pero al Nazareno, quien estaba en medio, decide ultimarlo con una lanza. Sin embargo, en los instantes que transcurren en estas decisiones impensables, tiene Clavius oportunidad de mirar el cuerpo colgado, el rostro y los ojos del Nazareno y algo comienza a suceder en él. Finalmente, decide entregar el cuerpo a quienes lo solicitaban en vez de enviarlo a la fosa común, como era la usanza, y prácticamente a la vista de todos. 

Para finalizar ese día agotador, Clavius llega a las termas y se encuentra con Pilato. El diálogo que tienen vale la pena de observarse en la película: 

Muestra los anhelos del solitario tribuno, quien lejos de desear dinero o posición, sólo buscaba la paz…y un día sin muerte. A la mañana siguiente, y ya convencido de que por fin el asunto había terminado, un indiferente Pilato le pide hacerse cargo de la petición de los sacerdotes del Sanedrín, que temían el robo del cuerpo del Nazareno por parte de sus discípulos para alegar que había resucitado. Igual de hastiado, Clavius ordena a unos soldados asegurarse de que el cuerpo aún está en el sepulcro; entre siete hombres acomodan una piedra, le ponen cuerdas y sellos y deja a dos soldados apostados allí. Creyéndose ya libre del asunto, un nuevo llamado de Pilato al día siguiente vuelve a sorprenderlo. Ahora la petición llega a un límite impensable: el cuerpo del Nazareno había desaparecido y había que buscarlo, incluso, literalmente, entre los muertos. Comienza el engorroso encargo y le lleva un cuerpo con huellas de clavos y de lanza, sin las piernas rotas, que sería el único similar. Otro diálogo interesante entre ellos dos, muestra la amargura, ocaso y vacío de Pilato, quien solo quiere librarse del problema con el Sanedrín y tener a la provincia tranquila para la próxima visita de Tiberio, aunque, paradójicamente, ni siquiera esto parece ya importarle demasiado. Allí Clavius descubrió que deseaba seguir con la investigación -una versión clásica de una CSI- a la que al principio había visto como un encargo incómodo. De hecho, pide un tiempo para resolver el asunto y quizá es prematuro señalar ahora las razones que estaban moviendo su interés, porque seguramente ni él mismo estaba consciente de ellas. Mas adelante, en otra escena de lo más destacable, se entrevista en una taberna con uno de los soldados guardianes de la tumba y, es después de ese conmovedor diálogo, que Clavius no podrá ya dar vuelta atrás. Con ese poder medio ajeno a su propia conciencia, parece, en ese momento, querer experimentar una vivencia como la de aquel humilde y sacudido soldado. Y va en su búsqueda. 

Después de perseguir ciertas pistas, llega a su encuentro con el destino. En la planta alta de una humilde casa se encontraba un grupo de hombres. Reconoce, con cierto estupor, al Nazareno y ese parece ser el primer milagro. Esos ojos, esa tez y esa complexión ya los había visto antes, solo que la sonrisa franca y limpia que emana de aquel ser le resulta desconocida…. no sonreía aquel rostro sufriente y ensangrentado con el que tuvo contacto forzado apenas unos días antes.

Y como si hubiera pedido más pruebas, el discípulo que necesitaba demostraciones para creer, llega de pronto y el Nazareno le muestra las heridas de los clavos y del costado, y entonces Clavius cae como si todas las verdades del mundo le hubieran sido reveladas en ese momento, y como si todo lo que había creído antes no hubiese valido la pena. Se acerca a él Bartolomé, el desenfadado discípulo a quien había entrevistado en sus pesquisas iniciales, y comienza a hacerle preguntas que aquel hombre descomplicado no atina a responder con la exactitud racional que precisaban las dudas del tribuno.

La actuación de Fiennes aquí es primordial para comprender el conflicto de un pagano politeísta experto en el arte de la guerra que comienza a ser movido por algo distinto a las imágenes de Marte a las que siempre dejaba unas monedas. Este antecedente, politeísta, es, sin embargo, el preludio de esa necesidad que tiene el ser humano de creer en algo superior a él, y ayuda a Clavius a abrirse a algo aún más grande. Y el ambiente receptivo y acogedor del grupo le hace sentir que la paz es posible. Jesús de Nazareth desaparece entonces, como quien se retira después de haber terminado su mensaje. 

Consciente de que estaba en el punto de no retorno, Clavius deja un aviso en la casa y los romanos, informados por un ayudante resentido, acuden con todo y el mismísimo Pilato, quien se considera traicionado y jura castigo ejemplar sin saber que su subordinado era ya ajeno a todo eso. Aún receloso, Clavius sigue al grupo de discípulos, movido ya no solo por la curiosidad, sino por una apremiante necesidad de una faceta desconocida de su espíritu. Simón Pedro se le acerca, y él reacciona con sus reflejos de soldado causándole una herida que se volvería una forma de comunicación entre ellos. Camina con el grupo por esos terrenos polvosos y hostiles hasta que descubre que los romanos les siguen y, bien avezado en esas lides, los ayuda a esconderse hasta que los pone a salvo. 

Acostumbrados a los mensajes de Jesús, para los discípulos era cotidiano sólo seguir lo que él les decía, sin pensar demasiado y sin poder resistirse. Clavius no lo entiende, pero se deja guiar por un instinto. Su intuición resulta premiada pues le haría testigo de una cadena sorprendente de milagros, para él los primeros, pero los últimos de la vida terrena de Jesús. Observa como los peces rebosan la barca que parecía esperarlos, come con Jesús y atestigua la fuerte conexión que tenía con el sufrimiento humano, representado, en ese momento, en un leproso. El mismo instinto lo lleva a buscar una charla con Jesús en la noche tachonada de estrellas junto al enorme lago. Como quien lee con claridad el libro del alma, Jesús le habla de lo que el propio Clavius anhelaba tanto, y que el soberbio Pilato escuchó con cierta envidia e incredulidad en aquella plática en las termas. Esa cualidad del Nazareno, ya convertido en Jesús por otra suerte de milagro, movió a Clavius al punto de las lágrimas, pues nadie lo había leído de manera semejante. Y supo entonces, al ver esa sonrisa, que pasara lo que pasara, ya había logrado su anhelo, y que, en adelante, tendría muchos días de paz y sin muerte. 

La noche trajo el sueño, y el amanecer el despertar. Con un poco de susto, descubren que Jesús había partido, pero aparece de pronto sólo para darles su último mensaje en la Tierra antes de ascender en el retorno al Reino, milagro que Clavius presencia como habituándose a ellos, y como si hubiera llegado tarde y a la vez a tiempo a aquella historia. Le toca aún otro milagro: la despedida de Jesús convierte a los discípulos en apóstoles (en griego: “El que es enviado”), quienes, llenos de amor y confianza, acuden a comunicar el mensaje del que fueron testigos durante los tres años de la vida de Jesús entre ellos. No son más espectadores pasivos y un tanto inseguros ante los numerosos portentos: son ahora los elegidos para extenderlos por el mundo. Clavius sabía que eso no era para él, al menos en ese momento, pero tenía bien claro que nunca sería el mismo, y, que, al abandonar para siempre su anillo de tribuno, él mismo se convertía en un milagro. 

Realista, auténtica, suave y retadora al mismo tiempo, Risen resulta una experiencia envolvente, que podría analizarse sin necesariamente asociarla a las películas religiosas que vemos en Semana Santa, sobre todo, porque parece poder verse en cualquier época. Es el vivo ejemplo de cómo un hombre es tocado por las circunstancias, cómo se abre a ellas, y cómo encuentra respuestas sin haberlas pedido conscientemente. Clavius se despide de la historia con sus mismos ropajes de romano, pero los utiliza de forma distinta y camina por el desierto, libre ya del anillo, de las espadas, de los escudos y de su antiguo poder. 

Beatriz, 24 Agosto 2020.

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