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¿Arte o producto? Kinkade, el maestro pintor de Disney

Llamado “El pintor de la luz”, Thomas Kinkade nació en el año 1958 y murió en el 2012 en Estados Unidos.

Tal vez sus pinturas son el escapismo perfecto, no sólo para su audiencia, sino para él mismo. Y supo explotarlas al máximo: creó reproducciones que durante los 80’s y los 90’s llegaron a ser parte de los hogares norteamericanos, e incluso latinoamericanos. Muchos de nosotros, habitantes de países latinos, también llegamos a conocer sus pinturas, y si bien su nombre no es tan notorio recordaremos sus obras en calendarios y rompecabezas.

“The Forest Chapel.”Kinkade. Lightpost Publishing.

Creciendo en el país capitalista por excelencia, abrazó a esta ideología a pesar de dedicarse a una profesión que por lo general, se considera más cercana a lo espiritual: artista pintor. Estudió en la “University of California Berkeley” y más tarde en el “Art Center College of Design” en Pasadena, California; sin embargo no terminó ninguna de sus carreras en arte. Una de las razones, es que su idea de arte era mucho más comercial, creada para todo el público, y sin mayores problemas filosóficos, por lo que tuvo muchos conflictos con sus maestros. Incluso, se preocupaba muy poco por la crítica especializada, y estaba mucho más atento a las necesidades del público que consideraba normal y real, con vidas reales que necesitaban pensar en la belleza en sus propios términos.

Así, comenzó su verdadera carrera en los 80’s vendiendo sus obras impresionistas, que prefirió llamar “panoramas narrativos” en las calles de California. También trabajó para el legendario director de animación Ralph Bakshi en su película “Fire and Ice” de 1983, donde dejaría ver su verdadera maestría sobre la luz y la naturaleza. Su elección de trabajar en una película animada no sería casualidad: su mayor ilusión era complacer a TODO el público, y bajo esta idea, llegaría a incorporar a personajes de Walt Disney en sus propias obras artísticas. Decía que cuando soñaba despierto, imaginaba que el mundo real era una combinación de aquel creado por Walt Disney, pero pintado por su mano.

Bajo la misma ilusión de satisfacer a las masas, Kinkade permitió que sus imágenes fueran impresas en todo tipo de productos, desde los ya mencionados rompecabezas hasta una línea especial de muebles en Estados Unidos. Y logró que estos productos llegaran a su público a través de la venta en grandes tiendas departamentales así como a través de la creación de sus propias franquicias (mucho más hospitalarias que las galerías de arte), en centros comerciales a lo largo de todo el país.

Si bien se sabe que Kinkade diseñó y pintó todas sus obras, hizo un plan especial para crear la fantasía de ofrecer arte individual, cuando en realidad venía de una “maquila”. En lo que fue su fábrica de reproducción a gran escala, decidió que las reproducciones impresas sobre papel recibirían algunos toques de pintura a mano, pero creados por otra persona: alguno de sus numerosos ayudantes daba pinceladas bien ubicadas a las imágenes copiadas de Kinkade, y daba la ambigua esperanza de que éstas habían sido hechas a mano por el mismísimo maestro. Esta estrategia, en lugar de enojar a su público, hizo que deseara con mas urgencia a las pinturas de Kinkade realmente originales, con lo cual dispararon sus precios de manera exhorbitante.

Thomas Kinkade. 1998. Thomas Kinkade Studios.

No sólo eso, después de su fallecimiento los precios han seguido subiendo, al grado que ciertas galerías han llegado a vender pequeñas pinturas originales por 10,000 dólares y las mas grandes sobre tela por 180,000. Incluso, para el pesar de muchos críticos e historiadores del arte, que apenas darían a su estilo un estatus de Kitsch y de mal gusto, sus impresiones de edición limitada también han subido de valor – a pesar de que las pinceladas sobre el impreso no son suyas-; hoy en día cuestan desde 300 dólares, hasta los 1,000.

A pesar de su deseo de cautivar y agradar a las masas a través de sus pinturas, y de que, al principio de su carrera gozó de gran éxito así como de un renacer en la religión cristiana, su vida personal no estuvo falta de escándalos. Cometió defraudación hacia sus propias franquicias por lo que tuvo que pagar miles de dólares, y sufrió el negocio truncado de construir casas en toda una villa habitable inspirada en su visión de lo que debería ser el mundo. Pero el escándalo más memorable que vivió, fue cuando acudió al parque Disney y decidió orinar públicamente sobre una estatua de Winnie Pooh mientras gritaba “¡Esto es para tí, Walt!”. Sin embargo, su roce con los estudios no sería eterno: las obras de Kinkade que incluyen a Mickey Mouse y sus amigos se siguen vendiendo en los parques, en lo que seguramente es un negocio lucrativo para sus descendientes.

“Cinderella wishes upon a dream”. Thomas Kinkade. Disney.

Thomas Kinkade murió víctima de una mezcla fatal de Valium y alcohol, lejos del perfecto paraíso dulce y bucólico de sus pinturas. En nuestro mundo dejó una colección de imágenes perfectas y acogedoras, terribles pleitos maritales y un negocio que hasta hoy en día, nadie sabe si realmente convirtió en una mina de oro o si es sólo un elefante blanco en bancarrota, de manera muy acorde a su filosofía amante de lo superficial, de lo que Thomas pensaba que era la vida y el arte.

Sin embargo, sus estudios-fábrica siguen reproduciendo pinturas en su estilo, donde combinan su visión de un mundo encantador y mágico, visión que llega a ser empalagosa para el circuito más intelectual del arte, sin embargo cuenta con fans y coleccionistas en todo el mundo. 

“The little mermaid falling in love”. Thomas Kinkade. Disney.

¿Será que precisamente, esta combinación entre capitalismo y perfección que roza con la falsedad, lo convierte en el artista estadounidense por excelencia? Nadie puede negar que plasmó la añoranza por ideales infantiles, la luz omnipresente, adormecedora pero segura, y a la naturaleza perfectamente benévola e imposible: en resumen, pintó ideales superficiales pero integrales a la personalidad su país mejor que cualquier otro artista contemporáneo. 

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