Homenaje a Keiko Parte VII
12 de Diciembre de 2003. Keiko ha estado nadando en las aguas de Noruega desde hace varios días, jugando entre los muelles y acercándose especialmente a los niños, pero por desgracia, contrajo una fuerte neumonía, la cual se ha complicado y hoy, la orca más famosa del mundo, ha pasado a mejor vida…
Islandia era la meta ¡y por fin se lograba! Pero fue también el principio del fin para la orca más mexicana de todas, ahora también, la más famosa del mundo. La Fundación Free Willy/Keiko empezaba a debilitarse y los esfuerzos por devolverlo a la libertad iban contra reloj, las donaciones comenzaban a mermar y encima de todo, estaban a merced de la opinión mediática. Esto fue lo que pasó una vez que llegó Keiko a Islandia y cómo fue que pasó sus días en el mar.
De vuelta al océano
“Debieron haberla cortado en trozos y mandado a Sudán como alimento. Se hubieran hecho 60 mil hamburguesas con su carne”.
Jon Gunnarson, 1998
Así se expresó el mismo hombre que en 1979 había separado a Keiko de su grupo y que “por casualidad” se encontraba en la Bahía de Klettsvik en Vestmannaeyjar al momento de su llegada y no es algo raro, ya que Islandia se conoce por ser un país ballenero, en el que las orcas son más vistas como un estorbo para los pescadores, al ahuyentar a los peces, a un grado tal de que estos las llegan a matar. El recibimiento de Keiko en Islandia no fue ni la mitad de eufórico que el que tuvo en Oregon e infinitamente incomparable con el recibimiento cuando llegó a la Ciudad de México. Entre los contratiempos ocurrió una ponchadura a uno de los neumáticos del C-17 en el que se transportaba, al momento del aterrizaje en Islandia, el cual se valuó en 1 millón de dólares estadounidenses. Nuevamente, algunos de los entrenadores que le cuidaron en Newport, se quedaron un tiempo con Keiko para hacer el cambio de manos.
El procedimiento para reintroducirse al océano sería prácticamente un refrito del que ya se estaba haciendo en los Estados Unidos, salvo con la diferencia del medio en que se realizaba, siendo esta vez el corral marino – hecho a base de PVC y redes – en la pequeña caleta, a la cual se incorporó una pequeña compuerta, la cual le permitiría hacer incursiones a mar abierto en el futuro.
De hecho, pasaron casi dos años – o bien 18 meses – antes de que a Keiko se le permitiese salir a mar abierto. Para tal labor se le enseñó a seguir un único tipo de barco, el cual lo iría cuidando en su trayecto por el borde de la costa Islandesa.
En realidad Keiko no presentaba muchos avances con respecto a Oregon, ya que, a pesar de que atrapaba algunos peces para comer, no eran los suficientes para satisfacer su enorme cuerpo, por lo que de vez en cuando se le seguía alimentando directamente en su boca. De hecho, Keiko a veces era “castigado” sin comer !hasta por una semana!, con tal de forzarlo a cazar. Se siguió buscando a su familia, basándose en las vocalizaciones de varios de los grupos que nadaban en las cercanías de Islandia, comparándolas con las propias de Keiko, pero aun así, no se daba con el grupo adecuado.
Llegó a suceder que, en las incursiones en mar abierto, algunas manadas de orcas se acercaban y Keiko, tal vez motivado por la curiosidad, se acercaba a dichos grupos, pero desafortunadamente sucedía lo inevitable: era rechazado. Incluso, se llegó a notar que mientras nadaba, algunos miembros del grupo se le iban encima, con tal de ahuyentarlo. De hecho se podía ver como Keiko nadaba a 100 metros del grupo, sin acercarse y por un momento nadaba a 20 metros de distancia para nuevamente alejarse. Curiosamente, la Fundación Free Willy mostraba únicamente las tomas e imágenes en donde Keiko nadaba temporalmente junto a los grupos como un “avance” en la interacción con orcas salvajes, sin ser un verdadero éxito.
Se sabía en el fondo que el proyecto era un rotundo fracaso, pero aún así el proyecto continuó, con o sin la participación de Craig McCaw, quien dejó el proyecto al ver mermar su fortuna (de 9 mil a mil millones de dólares), así como de la Ocean Futures Society, que dejó la fundación en 2001. En su lugar, la Humane Society of the United States continuó al mando del proyecto, todo con tal de mantener a la opinión pública al margen. Personas como Richard O’Barry, quien fuese en los 60’s, el entrenador del delfín Flipper, decían que el proyecto estaba “condenado desde el principio“.
”He’s in captivity even when he’s out at sea. He’s psychologically dependent on his trainers.”
Richard O’Barry, 2001
Un día, durante el verano de 2002, un huracán destruyó parte del corral marino en el que Keiko vivía. Afortunadamente no pasó a mayores, sin embargo, al poco tiempo (siendo más precisos, el 30 de Julio de 2002) durante una incursión a mar abierto, Keiko decidió alejarse del barco que lo cuidaba, con la diferencia de que ese mismo día no regresó. A Keiko se le había implantado un rastreador satelital GPS en su aleta dorsal, con lo cual se le fue monitoreando. La fundación se jactaba de que “Keiko finalmente había decidido ser libre”, por lo que ahora, en cierto modo se le dejaba sólo a su suerte.
Noruega, la última morada de Keiko
Después de alejarse de su corral en Islandia, Keiko pasó nadando en casi total soledad por el mar. Se sabe que seguía embarcaciones y cruceros pues sabía que el ellos encontraría personas, su verdadero grupo.
La fundación Free Willy/Keiko declaró que Keiko incluso trató de seguir grupos de orcas, pero la realidad es que éstas lo siguieron ignorando. Durante el tiempo que Keiko estuvo en alta mar, nadó desde Islandia, a través de las frías aguas del norte del Atlántico, hasta llegar a las costas de Noruega, donde ambientalistas locales lo fueron siguiendo. A pesar de todo, la participación de éstos grupos, no fue del todo beneficiosa para la Orca.
Un día, Keiko apareció en la bahía de Taknes, cerca de Arasvikfjord, Noruega. Keiko había sido descubierto por un grupo de niños que jugaban cerca de la playa. De inmediato, se pusieron a jugar con él, se montaban en su lomo y por lo visto a Keiko le gustaba mucho. Sin embargo, los guardacostas al darse cuenta de esto, prohibieron todo contacto humano con el animal, a un grado tal que sólo los grupos ecologistas y miembros de la fundación previamente contactados, pudieron ser los únicos autorizados para acercársele.
La situación iba de mal en peor cuando los pescadores locales comenzaron a quejarse ante las autoridades, al decir que Keiko era el responsable de ahuyentar a los peces, arenques y salmones, que se pescaban en la región.
No faltaron las amenazas de muerte a la orca, incluso hubo quien sugirió su recaptura para transportarla nuevamente a Islandia y quedarse ahí como una atracción turística, aprovechando que estaba entrenado.
Finalmente, tras algunos días de estar nadando cerca de los fiordos noruegos, sucedió lo inevitable. El 12 de Diciembre de 2003, Keiko se acercó nuevamente a la playa de la bahía de Taknes, quienes lo habían visto anteriormente, notaron que se veía muy diferente a otras ocasiones, pero al acercarse a la playa, encalló en ésta y murió en el acto.
Se prohibió que cualquier persona ajena a los guardacostas y ex-entrenadores se acercara al lugar. Cuando lo encontraron, el cuerpo comenzaba a mostrar cuadros de descomposición, por lo que el cuerpo fue sepultado en Tierra firme, tras un cortejo fúnebre, que duró el resto de aquél funesto día. Se había determinado que la causa de muerte fue una neumonía. No se supo la verdadera causa de dicha enfermedad, ya que Keiko, a pesar de su travesía en el mar, no había perdido peso, aparentemente había logrado comer por su cuenta, pero al llegar a Noruega, se le tuvo que alimentar nuevamente dándole el alimento en su boca.
Conclusiones, Legado y Editorial
Con todo lo visto, después de estas 7 entregas les puedo decir, que la verdadera causa de muerte de Keiko no fue biológica, sino psicológica. Periódicos importantes como el New York Times, El Universal, la BBC, así como expertos en Biología, pero sobre todo, Etología (ciencia del estudio del comportamiento animal) afirman (y concuerdo con ellos) que Keiko realmente murió de tristeza, ya que en sus últimos días no sólo fue rechazado por los de su propia especie, también, en cierto modo, el mismo ser humano lo hizo sentirse sólo y excluido.
A pesar de todo, la Free Willy/Keiko Foundation, la propia Ocean Futures Society (con todo y que abandonó el proyecto) y la Humane Society of the United States continúan afirmando que el proyecto “fue un éxito“, al haber logrado reintroducir a una orca después de casi 24 años de cautiverio y tener una edad aproximada de 27 años, una edad larga en comparación a la de una orca en cautiverio, pero corta comparada con la de una orca en libertad. Pero la realidad es que se gastaron más de 20 millones de dólares (eso sin contar los extras) en un animal ni siquiera considerado en peligro de extinción, que por mucho que pese decirse, se encontraba mejor en compañía de los seres humanos, pero que por culpa de una campaña que lejos de buscar el beneficio de la ballena, se convirtió en un nuevo tipo de negocio, uno que por satisfacer a la opinión pública, llevó a la muerte a tan increíble animal.
Quizás lo mejor hubiera sido que Keiko nunca hubiese sido capturado, pero ya hecho el daño, lo menos que pudo hacerse fue mantenerlo bajo el cuidado humano en instalaciones adecuadas hasta el final de sus días, como incluso llegó a sugerirse que se hiciera en el propio México, sin ni siquiera haberlo tenido que llevar tan lejos como lo es el puerto de Newport, Oregon.
Como se dijo en anteriores entregas, el mismo veterinario en Jefe de Keiko en Reino Aventura, el Doctor José Luis Solórzano Velasco, llegó a sugerir junto con algunos de los entrenadores veteranos de la orca en Reino, que el tanque fuera ampliado (o hasta que se construyera otra más grande en el mismo parque) y que, aunque no actuara, simplemente el poder ir a visitarlo fuera suficiente para tener fondos para su cuidado. Después de todo, Keiko ayudó también a entender mejor la biología de éstos hermosos animales, por ejemplo, al entender mejor acerca de sus padecimientos, el funcionamiento de la maquinaria de su organismo, pero sobre todo, de su inteligencia y capacidad de convivencia con el ser humano. Keiko de hecho marcó un antes y un después en lo que a cuidado de mamíferos marinos se refiere, no sólo en México, ya que los escritos y conferencias dados por el Dr. Solórzano, ayudarían a mejorar enormemente la manera en que se cuidaban a orcas, delfines y otros cetáceos para tener mejor calidad de vida (aun en cautiverio) en todo el mundo.
No quiero tampoco dar a entender que el cautiverio es lo idóneo, pero también espero haber dado otro punto de vista acerca de lo que es la liberación de especies animales, que no sólo se ha de tratar de satisfacer al público apelando a la búsqueda del sentimiento de darle libertad a un animal sólo “por compasión”. Después de todo, no existe realmente un protocolo para liberar animales en cautiverio, y quizás nunca exista uno, ya que cada animal, cada especie, como se demostró con Keiko, es diferente y por lo tanto, sus necesidades también siempre serán diferentes y no serán nunca las que dicte una organización humana.
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