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Una Orca muy Mexicana

Homenaje a Keiko Parte III

Desde que Keiko estuvo en Islandia, hasta que fue vendido a empresarios mexicanos, pasaron aproximadamente 6 años; sus más recientes contactos con otras orcas habían sido traumáticos, debido a que, al no ser de su misma familia, lo rechazaban, y es que una gran mayoría de sus compañeros eran hembras, por lo cual Keiko, al ser macho, era golpeado o acosado constantemente por las mismas.

Hacia finales de 1985 y principios de 1986, poco más de 3 años después de haber inaugurado el parque Reino Aventura, Keiko finalmente llegó a México, instalándose en el Delfinario del entonces mayor parque de atracciones de Latinoamérica y se convirtió casi inmediatamente en la mascota más querida de todas en la Capital mexicana. Lo que veremos ahora es cómo fue su vida en México, quiénes eran sus cuidadores y los antecedentes que finalmente lo llevaron al estrellato internacional.

De Mascota de Parque a Celebridad

Ubicada en el Centro-sur de México, se encuentra la Ciudad de México, una de las urbes más pobladas de la Tierra. Esta Megalópolis, fue el hogar de Keiko hasta 1996.

2200 metros es la altura a la que se encuentra la capital de México con respecto al nivel del mar, además de encontrarse a casi 300 kilómetros de la costa más cercana. Al principio muchos pensaban que Keiko no soportaría tanta altura, pero no fue el caso. No era la primera vez que una orca llegaba a la Ciudad de México, ya que años atrás, durante la presentación del llamado Pabellón Azteca por parte de una cadena de tiendas de autoservicios, una orca procedente de Argentina conocida como Malvina hizo su aparición, pero murió a las dos semanas de haber llegado. Se culpó a la altura en su momento, pero lo más probable es que haya sido la conjugación de más de un factor, incluyendo una piscina improvisada y el estrés que ésta le causó.

Keiko quedó bajo el cuidado del Dr. José Luis Solórzano Velasco, el mismo veterinario que conoció en Canadá y que en cierto modo lo rescató de sus compañeras de estanque mientras vivió en el país norteño; fue asignado como líder de todo un equipo de trabajo conformado por más de 10 personas que atendían a Keiko en todo momento, además de sus entrenadores, especialistas y veladores. Algunos de los involucrados en esta titánica labor fueron Armando Rojo, Cinthia Ruiz de Velasco, Dania Hernández, Gaspar Zavala, Juan Carlos Familiar, Juan Manuel Aguirre, Karla Corral, Luis Arturo Hernández, Mario Contos, Nicole Schlettwein, Noemi Vergara Arroyo, Renata Fernández y Susana Paloma Estrada.

Para el momento en que llegó Keiko, no se conocía mucho sobre las orcas en México (aunque ya había un importante progreso en la atención a delfines y en general, el cuidado de especies marinas en cautiverio), razón por la que el Dr. José Luis (quien ya tenía experiencia previa en trabajo con delfines y lobos marinos) debía viajar constantemente a congresos internacionales para conocer más sobre el cautiverio y sobre las orcas, así como compartir los conocimientos adquiridos con el propio Keiko.

El animal, en palabras del Dr. Solórzano, mostraba evidentes marcas de maltrato, no sólo físicas; se le notaba tristeza, pues a veces se quedaba en un rincón del pequeño estanque del parque o sencillamente no quería actuar, esto era más que frustrante para los primeros entrenadores de Keiko, al que a veces no lograban animar, por lo que entonces literalmente lloraban junto a él. No sólo sus entrenadores, también el Dr. se ponía a jugar con él (uno de sus juguetes favoritos era una pelota), cosa que a Keiko le gustaba mucho; sería tal la atención del doctor José Luis y su equipo con él, que instaló una casa justo detrás del escenario del estanque, pues de esta manera podría vigilársele día y noche.

Lesiones cutáneas en aletas de Keiko provocadas por un virus del papiloma

Sabía perfectamente el Dr. de su condición de salud: Keiko traía lesiones parecidas a verrugas en sus aletas, producto de un virus del papiloma, el cual contrajo desde Canadá. Keiko necesitaba hasta de 14 análisis al año para conocer su estado de salud y de hecho gracias al trabajo realizado por médicos veterinarios de la Universidad Nacional Autónoma de México (la UNAM), con apoyo de la Universidad de Miami, que se logró aislar el virus y a pesar del aspecto en su piel, lo mantuvieron en buen estado de salud. Keiko comía diariamente alrededor de 70kg de pescado, y entre las especies que comía había macarela, salmón, arenque y capelán, aunque en total, probó hasta 17 variedades distintas, a las cuales, se le adicionaban vitaminas. El 50% de estas especies de pescado se traían congeladas directamente de los Estados Unidos y el 50% restante eran de origen nacional. Por todo lo anterior, se podría decir que Keiko costaba más que 20 elefantes en ser mantenido.

Pasó el tiempo y Keiko poco a poco fue creciendo más y más, pasando de los 3 metros y medio hasta los 6.55, y del mismo modo, alcanzó el peso de 3 y media toneladas, todo esto para el inicio de la última década del siglo XX; estas medidas, a pesar de sus minuciosos cuidados, eran un poco bajas para una orca macho de su edad. Por supuesto, el tanque donde vivía (junto a dos delfines) poco a poco también le empezó a quedar pequeño, prueba de ello era su aleta dorsal, de hasta 1.80 metros en machos adultos en libertad, la cual estaba ahora colapsada debido al espacio, ya que en libertad, la aleta dorsal es una especie de “vela” que les da estabilidad al hacer nados rápidos. Además había otro problema: a pesar de los cuidados del agua (bacteriológicos, micológicos, de niveles de salinidad y cloro etc.), ésta se encontraba a más de 20 grados, característica nada buena para un animal marino como un delfín y mucho menos para una orca, pues ésta debía de estar a lo mucho a 16 grados.

Durante este tiempo Keiko fue progresando psicológicamente: sus veterinarios, entrenadores y cuidadores lo querían mucho y hacían de todo para mantenerlo lo más contento posible, ya fuese jugando con él, acariciándolo, etc. Si no lo veían dispuesto a actuar, el mismo Dr. José Luis exigía que se cancelaran los espectáculos, cosa que rara vez molestó al público, ya que a veces con el simple hecho de verlo por un instante, la gente quedaba asombrada del ahora animal más famoso de la Ciudad de México; de hecho, en temporadas de alta afluencia de visitantes los dueños del parque querían hasta 7 espectáculos al día; obviamente su veterinario se negaba a aceptar tal cosa, por lo que debía convencerlos de no hacer tantos.

Karla Corral, una de las últimas entrenadoras que tuvo Keiko en Reino Aventura. Extraído directamente del canal de YouTube de la ex-entrenadora.

Así que algo era más que seguro, Keiko era amado por sus cuidadores y nunca hacían nada que pudiese llegar a estresarlo, por el contrario, lo protegían y lo hacían sentir que era realmente querido. En palabras de una de sus entrenadoras, Karla Corral, Keiko era como su “niño chiquito”.

De igual manera, el público que fue a visitarlo también llegó a adorarlo. Tal era el alcance de la fama de Keiko que miles de personas venían al parque únicamente con tal de poder verlo; de hecho, Reino Aventura llegó a tener hasta 37,000 visitantes en un mismo día (siendo su capacidad máxima 12,000).

Keiko incluso se codeo con personalidades de la farándula mexicana: el presentador Raúl Velasco dedicó un programa entero a su llegada; cantantes como Lucero también lo conocieron y en su caso, le dedicó la canción 3000 Kilos de amor, así como Ballenita de Altamar; más adelante Adela Noriega y Ernesto Laguardia, pudieron estar muy cerca de la orca ya que en 1987 Televisa filmó la telenovela Quinceañera, incluyendo en el final de ésta, un segmento en el que aparecía el cetáceo, y para 1990 se estrenó su primer película: Keiko en Peligro, protagonizada por Hugo Stiglitz, Susana Dosamantes, César Bono y Roberto Ballesteros. Todo esto además de las decenas de spots de televisión y radio en los que apareció en esta época.

Póster y escenas de la película mexicana de 1990, Keiko en Peligro.

Keiko, a pesar del encierro en su estanque y la calidad de éste, era pues toda una celebridad, y su fama estaba a punto de dar un enorme salto de proporciones mundiales. Unos caza-talentos de Estados Unidos buscaban una orca para ser el protagonista principal de una película de Hollywood. La vida de Keiko estaba por cambiar nuevamente.

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